Desde el archipiélago de las Canarias, la caña de azúcar fue introducida en las Indias Occidentales por el almirante Cristóbal Colón, en 1498.
12.mar.2016 | 15:16
En 1506, el catalán Miquel de Ballester efectuó la primera extracción del guarapo o zumo de la caña, utilizando para ello un elemental instrumento de origen indígena, denominado cunyaya o prensa de palanca. Poco después, en La Española fueron construidos los primeros cachimbos o trapiches de caballos, en imitación del fundado por el bachiller Gonzalo de Velosa, en 1515. El primer trapiche moderno se instaló hacia 1524 en las tierras de San Andrés (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas), dentro del Reino de Guatemala, tan solo cinco años después de que la corona española ordenara la fundación de ingenios azucareros en las islas del Caribe.
La escasez de mano de obra indígena y, en ocasiones, la prohibición de su uso para actividades azucareras dictada por la legislación ibérica que regulaba la vida cotidiana en las Indias Occidentales, desencadenó la movilización de cientos de miles de personas desde el continente africano a diversos puntos de América. Esa mano de obra esclava, grandes inversiones privadas y públicas, el uso de tecnologías de punto y otros elementos más convirtieron a La Española (hoy Haití-República Dominicana) en la principal de las “islas del azúcar”, que llegó a suministrar cerca del 40% del azúcar consumida en el mundo hasta mediados del siglo XVIII, cuando sería reemplazada por la producción de los ingenios azucareros de Cuba.
Desde el principio, los ingenios azucareros americanos requirieron de fuertes inversiones económicas y tecnológicas. Si para poder establecer un trapiche -entendido como un único molino de caña, movido por fuerza humana, animal, hidráulica o eólica-, la persona interesada debía contar con cerca de doce mil pesos, los costes de establecer un ingenio o instalación completa de producción azucarera obligaba al desembolso de seiscientos mil pesos, que incluían la compra y manutención de entre 10 y 150 esclavos negros, la compra de tierras para cultivo de caña y pastizales para el ganado, la necesidad de bosques para la tala, la construcción de talleres artesanales de carpintería, herrería y alfarería, y la edificación de viviendas, establos, bodegas y demás salas necesarias para la actividad productiva. Otro importante rubro en el presupuesto lo constituían el acondicionamiento de las infraestructuras necesarias para asegurar una buena comunicación y transporte que permitieran dar salida al producto resultante hacia puertos y mercados.
Uno de los 63 fundadores de la villa de San Salvador, beneficiado con la encomienda de Cojutepeque, fue Sancho de Figueroa, nacido en Cáceres (Extremadura, España). Su participación en la conquista y colonización de Cuzcatán le permitió ser síndico en el primer concejo de la villa, de la que fue a alcalde ordinario en 1829. En su propiedad rural, situada en un pequeño valle cercano a Cojutepeque, en 1532 sembró tres o cuatro cargas de caña de azúcar. El cultivo se adaptó rápido al nuevo clima, dando fundadas esperanzas a su dueño de cara al posterior procesado del azúcar y a la producción de panelas, dulces y otros derivados de esta milenaria industria que, con esas cañas sembradas por Figueroa, llegaba al territorio de Cuzcatán.
Los buenos resultados obtenidos por Figueroa en sus modestos inicios animaron a un amigo suyo, Antonio de Ocampo (o Docampo) -compañero de armas y encomendero en Tecoluca- a sembrar algunos esquejes de caña en sus propiedades.
Las intrigas políticas urdidas por el clan familiar de los Alvarado despojaron a Sancho de Figueroa de sus parcelas en 1534. Por eso, él no pudo ver los frutos de la caña plantada dos años antes. Disfrutaron de esos resultados los descendientes del fallecido conquistador Hernán Pérez, convertidos en nuevos propietarios de esa tierra, gracias a una disposición emanada a su favor por las autoridades del entonces llamado Reino de Guatemala. Desde entonces, Cojutepeque fue la capital azucarera de la Provincia de San Salvador y sus alrededores.
En San Salvador, San Miguel, Sonsonate y San Vicente, la caña de azúcar comenzaría poco a poco a florecer, con carácter preindustrial, sustentada en unas decenas de trapiches artesanales, en los que se producía azúcar mascabada (morena) y panela (”rapadura” o “dulce”), miel de purga, melaza y aguardiente, productos destinados tanto a los mercados locales como a la exportación hacia otros lugares dentro del Reino de Guatemala.
Para saber más
-Asociación Azucarera de El Salvador. “Eran mares los cañales… Historia del azúcar en El Salvador” (San Salvador, 2009).
-Castellón Osegueda, Ricardo. “Vida, alimentación y fiestas en los territorios del Reino de Guatemala: San Salvador y Sonsonate, siglo XVIII” (Sevilla, 2013).
-Malpica Cuello, Antonio. “La caña de azúcar del Mediterráneo al Atlántico” (Córdoba, 2001)
-Moreno Fraginals, Manuel. “El ingenio” (Barcelona, 2001).
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FUENTE: http://www.elsalvador.com/