-¿Cómo sigue la situación en las plantaciones de melones?
-La presión internacional de la UITA hacia Fyffes/Sumitomo hizo que sus dos subsidiarias1 mejoraran un poco las condiciones de trabajo.
Hay menos maltrato laboral, se concedió un pequeño aumento salarial, se acondicionaron lugares donde el trabajador puede comer.
Sin embargo, falta muchísimo por hacer.
-¿Dónde no se han visto cambios?
-La empresa usa formas distintas de pago: a los que no se han sindicalizado los consideran de “confianza” y los hacen trabajar catorce días cada quincena.
A nuestros afiliados y afiliadas los emplean solamente por diez días. Al final del mes ni siquiera llegan a ganar el salario mínimo (US$ 285). Las están discriminando.
Tampoco ha parado el hostigamiento. A nuestras compañeras siguen negándoles el transporte y las obligan a caminar kilómetros.
En las plantaciones siguen asignándoles más carga de trabajo y las mandan a los lugares más retirados, aislándolas de sus compañeros y compañeras.
También hay 39 personas que, por ser muy activas en la subseccional del STAS, no han vuelto a ser contratadas. Yo soy una de ellas y seguimos sufriendo los embates de esta compañía antisindical.
Hay personas que han trabajado 15, 20, hasta 30 años y que ni siquiera podrán jubilarse, porque nunca la empresa pagó las cotizaciones sociales
En la gente hay mucho temor, porque es suficiente que un supervisor los mire hablando con alguien del sindicato para ser despedido.
-¿La empresa sigue llegando a las comunidades a amedrentar a la gente?
-Nunca ha parado. Ahora hay seis personas contratadas por la empresa que llegan a las comunidades para atemorizar a la gente, y convencerlas a desafiliarse o a no acercarse al sindicato.
Nosotros tratamos de contrarrestar estas maniobras de la patronal hablando con la gente, explicando la importancia de organizarse, de luchar para que se respeten nuestros derechos, que solamente unidos podemos mejorar nuestra situación y nuestra vida.
-El año pasado fuiste amenazado y agredido por individuos encapuchados, y tu hermano fue gravemente herido en la cara. ¿Cómo sigue la situación?
-Las amenazas no han cesado. Afortunadamente me otorgaron medidas cautelares y me siento un poco más seguro. Sin embargo, en diferentes ocasiones han llegado desconocidos a mi casa preguntando por mí.
La agresión que sufrimos mi hermano Misael y yo ha quedado en total impunidad. Señalamos a la Dirección Policial de Investigaciones a quienes creemos fueron los que nos atacaron, pero nunca actuaron.
Esta falta de voluntad nos expone a nuevos posibles ataques.
-¿Qué importancia ha tenido la solidaridad internacional?
-Ha sido y sigue siendo fundamental. Si a nivel internacional se está hablando de las graves violaciones a los derechos laborales y sindicales en las meloneras de Fyffes/Sumitomo en Honduras es porque ha habido una fuerte campaña de denuncia.
El trabajo desarrollado a nivel nacional por el STAS y Festagro y, a nivel internacional por la UITA y las otras organizaciones que nos han visitado, ha sido importantísimo.
La gente sabe que no está sola, que existe una campaña de denuncia, que, más temprano que tarde, Fyffes tendrá que aceptar la existencia del sindicato.
Esto debe parar. No podemos permitir que sigan hostigándonos, engañándonos y discriminándonos.